martes, 25 de abril de 2017

Semana Santa, en Tepotzotlán, en vivo



Tepotzotlán, un denominado “pueblo mágico” reconocido por su amplia tradición, sus característicos edificios y diversos espacios esculpidos en el tiempo que convidan a una espléndida experiencia.

Aquí, en “Tepo”, también se vive la semana santa y es imposible no percibir el basto cúmulo de sensaciones que inundan por igual el espíritu de creyentes y turistas.


Por: I.M. Quiles

Bajo de la "combi" Toyota que me ha transportado hasta una esquina cuya banqueta empedrada brinda de un atractivo muy característico a la avenida Insurgentes ubicada en el corazón del municipio mexiquense de Tepotzotlán.



Son mediados de abril y no recuerdo que el sol fuera tan abrazador el año pasado, sin embargo, esa intensa luz le da al pueblo una atmosfera que al complementarse con la semana santa, brinda un ambiente emotivo, apto para vacacionar y conocer lugares diferentes a los acostumbrados.   


 
Comienzo a caminar mirando todo alrededor y distingo a unos pasos diversos y numerosos objetos brillantes, tras acercarme noto enseguida una armadura del medievo, es completamente metálica y mide aproximadamente un metro de altura.



Hay más objetos dignos de una mirada: fuentes,coloridas macetas de diversas formas, puertas de hierro trabajadas con diferentes motivos, espejos de varios tamaños, formas y materiales, dragones y demás animales ornamentados con flores y de utilidades diversas.



En otra ocasión optaría por contemplar aquellos trabajos artesanales, esta tarde está ya algo avanzada y el recorrido es amplio. Continúo el paso cuesta arriba, hacia el centro.

Es inevitable, esta condición humana no deja pasar desapercibidos los olores de la comida, los sentidos del olfato y la vista se unen para plantarme frente al restaurante “Los Arcos”, cuya parrilla puede notarse desde afuera, en este instante un cabrito es asado por un joven cocinero.



Por poco olvido que no pretendía escribir una crítica culinaria, aunque las ganas de continuar se imponen y poco a poco termina aquel tentador aroma.

Parece que este tramo de la avenida tiene por función atrapar a los visitantes para conducirles a degustar la gran variedad de platillos tradicionales o tomar alguna bebida preparada bien fría, las fachadas presentan llamativos letreros indicando los precios y las promociones del día.



No faltan tampoco las cadenas de comida rápida, cuyos alimentos ni siquiera tengan un sabor diferente en esta región mexiquense, como sea, no me apetece averiguarlo.



Entre Herrerías, despachos jurídicos, tlapalerías, estudios fotográficos, funerarias y tiendas de minerales continúo mi paso, ya se distinguen la iglesia de San Pedro Apóstol y el templo de San Francisco Javier, recinto también conocido por albergar al Museo del Virreynato.


Otro punto a resaltar es el tráfico intenso de la zona, en ambos sentidos de la circulación se puede notar a más de un automovilista fatigado, no me ha rebasado ninguno de los autos que vi tras bajar anticipadamente del camión.










A un costado de la iglesia se pueden encontrar a más personas tomándose selfis o bien fotos grupales. Algo tendrán esas escaleras de la catedral que atrae a los paseantes a fotografiarse sobre ellas, por momentos da la impresión de que hay fila.



Más adelante de las escaleras y los puestos de merengues, nieves y sombreros de mimbre hay una pequeña multitud en torno a algo que parece ser un par de cuernos que sobresalen del gentío.



Se trata de un inmenso toro blanco cuyos cuernos notoriamente postizos llaman la atención a cualquiera que se acerca. Es un gran ejemplar, parece sano, sin embargo, me pone a pensar en todo el tiempo que ha pasado bajo el sol allí parado, sintiendo como alguien se trepa a su lomo para ser fotografiado.




Niñas, niños, mujeres y hombres no disimulan su emoción al encontrarse montados en aquel torote, tan manso y “softly”, diría una muchacha que lo acarició.



Antes de que “Softly” pierda los estribos, envista y destruya todo a su paso (broma, jaja) subo para ver la feria que se ha establecido en la explanada municipal.


No se trata de la plaza más grande ni la más pequeña que conozca pero vaya que está concurrido el lugar, apenas y encuentro paso entre dorsos, cabezas, miradas y mercancía artesanal. Todos parecen estarla pasando bien.



Los niños corren tratando de levantar sus cometas, algunos vendedores anuncian sus mercancías: “ollas”, “muéganos”, “alegrías” se escucha alrededor y a parejitas de la mano les ofrecen tours.



Hay puestos grandes repletos de  una variedad muy completa de dulces típicos de la región, con mucho color, juguetes de madera , portarretratos, caricaturistas, dibujantes, pintores, tejedores, originales artesanías de cartón que emulan a distintos animales,- 


corazones, calaveras, zapatos, chapulines para comer con limón, buñuelos, papitas y hasta productos coleccionables de Star Wars…




La música atrae gran concurrencia a los arcos de la catedral, un trío toca clásicos del rock en inglés con instrumentos no característicos del género, reconozco flautas y guitarras acústicas pequeñitas. 

En ese instante se escucha algo de los Creedence, pareciera ser… “Have you ever seen the rain?”




Durante la canción recuerdo que es viernes santo y que quizá la iglesia local haya preparado alguna actividad. La melodía concluye y enseguida me dirijo hacia el templo, al voltear hacia los muros del ex convento, es imposible ignorar la enorme manta que anuncia al Museo del Virreynato.



Aunque la fachada exterior del museo no ha cambiado en nada desde la última vez, podría ser interesante ingresar en una tercera ocasión para conocer alguna novedad, no obstante, el día de hoy mi mente mantiene una obsesión: conocer por primera vez “Arcos del Sitio”.





Decido apresurar el paso hacia la puerta del templo y de inmediato se puede divisar dentro de un ataúd de transparente cristal, una figura en tamaño natural representando el cadáver de Jesús.



En ese mismo instante un sacerdote pronuncia oraciones a Dios y los fieles están situados alrededor dándole seguimiento a sus palabras.




Me alejo poco a poco de la ceremonia y me encuentro repentinamente dentro de un jardín embellecido con altos árboles y grandes troncos huecos, mismo que puede recorrerse cómodamente a través de pasillos de concreto.




Mi alma agradece tan oportuno oasis de sombra y frescura ante aquel calor agotador, permanezco un breve rato más, contemplando las curiosas formas de algunos troncos, pareciera como si quisieran decir algo… ¡No!, no me ha hecho daño el súbito cambio de temperatura.



Son las 15:00 hrs, y es momento de investigar cómo se puede llegar a los “Arcos del Sitio”. Hasta el momento no me he topado con algún servicio de tour que vaya hasta allá. Entonces bajo de nuevo a la avenida para buscar en el transporte público algún vehículo que me acerque.



El tránsito se percibe aún más denso, incluso huele a combustión, el toro “Softly” sigue plantado en la misma posición que cuando pasé hace hora y media, ahora sostiene en su lomo a una mujer y a una bebé que llora y patalea incesantemente sin ser consciente de quién está recibiendo los impactos de sus piecitos.



Pasa un “Magu”, un “Tepotzotlán centro” y demás destinos pero ninguno dice “Arcos del Sitio”. Se repiten los mismos letreros por diez minutos más. 



Por desesperación empiezo a andar en la dirección del letrero “Arcos del Sitio” que cuelga desde un poste, me acerco de pronto al trabajador de un restaurante… - Buenas tardes, ¿Arcos del Sitio?-


Un gesto de extrañamiento aparece en su rostro, -¿En qué vienes?
-Caminando-.

- Uhuuu, nooo, te vas a hacer como dos horas, aquí enfrente pasa el camión, dice “Arcos del Sitio”-.

-Ahh, ¿enserio? Gracias.

Luego de caminar por una hora en dirección hacia los Arcos del Sitio, jamás pasó un camión con dicha leyenda.

-Son ya las cuatro-, pensaba, -ya no fui hoy-. Fue entonces que me acerque a un agente de tránsito mientras éste descansaba, lo cual debí haber hecho en un principio, pensé.


-Sí joven, aquí pasa, sólo que ahorita no hay transporte.

¿Estaba esperando por nada? Hace hora y media que infructuosamente trataba de irme de allí. Decidí que no me iba a quedar ahí varado y consulté a un taxista que llegaba a la base. –Buenas tardes, ¿cuánto a Arcos del Sitio?

-Dos cincuenta.

¿Eh? (no pronunciado) -Ahh, gracias

Camino por otros 15 minutos rodeando el palacio municipal y observo atentamente los transportes que pasan, la gran mayoría se dirigía hacia casa, ¿será un mensaje?



-¡Qué el destino diga lo que quiera! ¡Yo tengo planes propios!-

Entonces me acerco a un chofer del transporte público, le pregunto cómo llegar a Arcos del Sitio.

-En la avenida pasa el “San Miguel” o el “Piedra verde”.

¡Great! Una respuesta diferente de las pasadas - ¡Gracias!



Después otra oficial me informa que el San Miguel tardaba, que pasa entre una y media hora pero, curiosamente ya había visto pasar dos San Miguel durante mi búsqueda del “Arcos del Sitio”.

Son 4:30, y me acerco a la parada donde una pequeña fila va abordando un camión con la leyenda “San Miguel”, subo al camión y preguntó: ¿Va para Arcos del Sitio?



-Sí-. Responde el chofer, me cobra $20.00 y segundos después pienso que por la cuota debe tratarse de una distancia considerable pero… ¡ya voy para allá!